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Date: 10-jul-2007 2:24
Subject: Y la Tierra sonrió
To: itzcuintli@yahoogrupos.com.mx
Y la Tierra sonrió
29-06-2007 Leonardo Boff
Exactamente en el primer día del invierno, cuando ya
comienza a refrescar y casi todas las hojas que debían
caer ya cayeron, como las de mi palo de caqui,
floreció completamente el cerezo japonés que está
delante de mi ventana. Hace una semana me di cuenta de
que estaban le saliendo unos brotes. Después se fueron
desarrollando con un color rojizo y, de repente, una
mañana, estaban casi todos abiertos. Por la tarde del
mismo día, 21 de junio, inicio del invierno, se
abrieron totalmente.
Para mí, que procuro leer las señales en las cosas
–pues éstas tienen siempre su otra cara, y lo
invisible es parte de lo visible- fue una revelación.
Estoy aquí escribiendo sobre la nueva moralidad que
urge vivir en medio del calentamiento planetario ya
iniciado. Y digo que si queremos salvar la biosfera y
conservar nuestra Casa Común, habitable para toda la
comunidad de vida, tenemos que rescatar, antes que
cualquier otra cosa, la dimensión del corazón y la
razón sensible. Si no sentimos la Tierra como nuestra
Gran Madre que debemos cuidar como hijos e hijas
buenos y responsables, serán insuficientes las
necesarias iniciativas técnicas que tomarán las
grandes empresas, los gobiernos, otras instituciones y
las personas. Nacemos de la generosidad del cosmos y
de la Tierra, que nos proporcionan las condiciones
esenciales para la vida y su evolución, y una
generosidad semejante debe ser nuestra contrapartida.
Esta floración del cerezo japonés que ocurre sólo una
vez al año; es un signo que la propia Tierra nos da
gratuitamente. Nos está diciendo: «aunque se caigan
todas las hojas, aunque mis ramas parezcan resecas
casi todo el año, aunque impere la duda sobre si estoy
muerto o aún estoy vivo, yo me arriesgo a desvelar el
misterio que escondo: la capacidad de regeneración y
la voluntad de sonreír alegremente, de irradiar
belleza y provocar éxtasis».
Algo semejante debe ocurrir con la crisis ecológica y
con las amenazas que pesan sobre el destino futuro de
la biosfera y de la vida humana. Estimo que no se
trata de una tragedia cuyo fin sería funesto, sino de
una crisis cuyo término es un nuevo estado de salud y
de conciencia, más vigoroso y más alto. Lógicamente,
depende de nosotros transformar los síntomas de
tragedia en señales de crisis acrisoladora. Y lo
haremos, pues el instinto básico –ya lo reconocía
Freud- no es el de muerte, sino el de vida, aunque
pasando por la muerte. La vida, que hace 3.800
millones de años irrumpió en la Tierra, pasó por
muchas diezmaciones. Nunca fueron terminales. Fueron
crisis que crearon oportunidades para el surgimiento
de formas más complejas de vida. La vida es un llamado
a más vida. Ésa es la flecha de la evolución y la
dinámica del universo.
Las flores del cerezo japonés significan la sonrisa
radiante de la Tierra cuando menos se la espera. Pues
el invierno es tiempo de recogimiento y de retirada
sostenible, para recobrar fuerzas vitales que después
irrumpirán victoriosas y deslumbrantes. La Madre
Tierra nos quiere transmitir un mensaje: «a pesar de
todas las agresiones que sufro, a pesar de la
respiración cansada que tengo debido a las
contaminaciones atmosféricas, a pesar de tener
contaminada mi sangre y llagados mis pies por causa de
los venenos, aun así, tengo energía vital escondida.
No es infinita, pero es suficientemente poderosa como
para resistir, para regenerarse y para volver a
sonreír. Simplemente, denme, por piedad filial, un
poco de tiempo para descansar, y un gesto de amor y de
cuidado que me fortalezca».
Leonardo Boff
comienza a refrescar y casi todas las hojas que debían
caer ya cayeron, como las de mi palo de caqui,
floreció completamente el cerezo japonés que está
delante de mi ventana. Hace una semana me di cuenta de
que estaban le saliendo unos brotes. Después se fueron
desarrollando con un color rojizo y, de repente, una
mañana, estaban casi todos abiertos. Por la tarde del
mismo día, 21 de junio, inicio del invierno, se
abrieron totalmente.
Para mí, que procuro leer las señales en las cosas
–pues éstas tienen siempre su otra cara, y lo
invisible es parte de lo visible- fue una revelación.
Estoy aquí escribiendo sobre la nueva moralidad que
urge vivir en medio del calentamiento planetario ya
iniciado. Y digo que si queremos salvar la biosfera y
conservar nuestra Casa Común, habitable para toda la
comunidad de vida, tenemos que rescatar, antes que
cualquier otra cosa, la dimensión del corazón y la
razón sensible. Si no sentimos la Tierra como nuestra
Gran Madre que debemos cuidar como hijos e hijas
buenos y responsables, serán insuficientes las
necesarias iniciativas técnicas que tomarán las
grandes empresas, los gobiernos, otras instituciones y
las personas. Nacemos de la generosidad del cosmos y
de la Tierra, que nos proporcionan las condiciones
esenciales para la vida y su evolución, y una
generosidad semejante debe ser nuestra contrapartida.
Esta floración del cerezo japonés que ocurre sólo una
vez al año; es un signo que la propia Tierra nos da
gratuitamente. Nos está diciendo: «aunque se caigan
todas las hojas, aunque mis ramas parezcan resecas
casi todo el año, aunque impere la duda sobre si estoy
muerto o aún estoy vivo, yo me arriesgo a desvelar el
misterio que escondo: la capacidad de regeneración y
la voluntad de sonreír alegremente, de irradiar
belleza y provocar éxtasis».
Algo semejante debe ocurrir con la crisis ecológica y
con las amenazas que pesan sobre el destino futuro de
la biosfera y de la vida humana. Estimo que no se
trata de una tragedia cuyo fin sería funesto, sino de
una crisis cuyo término es un nuevo estado de salud y
de conciencia, más vigoroso y más alto. Lógicamente,
depende de nosotros transformar los síntomas de
tragedia en señales de crisis acrisoladora. Y lo
haremos, pues el instinto básico –ya lo reconocía
Freud- no es el de muerte, sino el de vida, aunque
pasando por la muerte. La vida, que hace 3.800
millones de años irrumpió en la Tierra, pasó por
muchas diezmaciones. Nunca fueron terminales. Fueron
crisis que crearon oportunidades para el surgimiento
de formas más complejas de vida. La vida es un llamado
a más vida. Ésa es la flecha de la evolución y la
dinámica del universo.
Las flores del cerezo japonés significan la sonrisa
radiante de la Tierra cuando menos se la espera. Pues
el invierno es tiempo de recogimiento y de retirada
sostenible, para recobrar fuerzas vitales que después
irrumpirán victoriosas y deslumbrantes. La Madre
Tierra nos quiere transmitir un mensaje: «a pesar de
todas las agresiones que sufro, a pesar de la
respiración cansada que tengo debido a las
contaminaciones atmosféricas, a pesar de tener
contaminada mi sangre y llagados mis pies por causa de
los venenos, aun así, tengo energía vital escondida.
No es infinita, pero es suficientemente poderosa como
para resistir, para regenerarse y para volver a
sonreír. Simplemente, denme, por piedad filial, un
poco de tiempo para descansar, y un gesto de amor y de
cuidado que me fortalezca».
Leonardo Boff
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