"NO HAY MÁS CAMBIOS QUE HACER: O REVOLUCIÓN SOCIALISTA O CARICATURA DE REVOLUCIÓN" |
Homenaje al Che Guevara Argentina, 2008 Ernesto Che Guevara, máximo símbolo de la revolución latinoamericana. Estrella incandescente de la rebeldía popular, los sueños de la juventud y los proyectos colectivos de cambios radicales y transformaciones de fondo. Pensamiento, militancia y acción en función de una estrategia de poder, contra el imperialismo y el capitalismo, por la liberación nacional y el socialismo en nuestra América. Así, de este modo, varias generaciones se vincularon al Che durante las décadas de los años '60 y '70. No como un atractivo objeto de mercado, vaciado de contenido, sino como expresión del proyecto político de revolución socialista continental. Con campos de concentración, secuestros, desapariciones, violaciones, cárcel, exilio, represión y muchas dictaduras militares asesoradas por la CIA y el Pentágono, el imperialismo yanqui y sus socias menores, las burguesías criollas, ahogaron esos proyectos populares a sangre, tortura y fuego. Más de 100.000 desaparecidos quedaron como secuela en toda América Latina, desde Guatemala y Colombia hasta Argentina, desde Chile hasta Perú, desde El Salvador hasta Bolivia, en todo el continente miles y miles de jóvenes militantes y combatientes dieron su vida siguiendo, día a día, el ejemplo del Che. Sólo con un genocidio brutal se podía parar tanta voluntad de lucha y tanto ejemplo de vida. Las burguesías no dudaron un segundo a la hora de defender sus negocios, sus cuentas bancarias, sus empresas, sus latifundios, sus billetes. Durante esos años tenebrosos el Che Guevara se volvió un desaparecido más. En los años '80 distintas variantes de socialdemocracia llegaron al gobierno en el continente. En Argentina, el alfonsinismo defraudó, una a una, las expectativas populares mientras instaló la triste y miserable "teoría de los dos demonios" (los militares y los revolucionarios se volvían, repentina y mágicamente, lo mismo: el almirante Massera y el torturador Alfredo Astiz junto con los revolucionarios Rodolfo Walsh y Raymundo Gleyzer estaban todos en el mismo plano). Los guevaristas, en ese contexto, se volvieron innombrables. Apenas un recuerdo de aquel "terrorismo subversivo", según la jerga de los antiguos militares o del "demonio de la extrema izquierda", según los buenos modales de los recientes "demócratas". El Che Guevara, en esos años, sólo fue baluarte de pequeños y valientes destacamentos que apelaron a su figura contra la tramposa y falsa "transición a la democracia" que, con la constitución en la mano y recitando el preámbulo, garantizaba la obediencia debida y el punto final para los torturadores, violadores y asesinos. Tras el fracaso rotundo del seudoprogresismo de Alfonsín en garantizar las necesidades básicas de la población, el neoliberalismo menemista se hizo cargo del gobierno. Tuvo la ventaja de contar con una fenomenal contrarrevolución mundial que en todo el planeta aplastaba los símbolos rebeldes e instalaba las privatizaciones y el mercado mundial como máxima utopía posible. En esa década del '90, cuando en Nicaragua caía el sandinismo y en todo el mundo se derrumbaban las referencias de la izquierda tradicional, cuando a los disidentes del menemismo se los descalificaba como "setentistas", el Che Guevara permaneció de pie sin moverse un milímetro. Seguía representando el gran proyecto alternativo al capitalismo, al imperialismo y al neoliberalismo. A pesar de esa avalancha neoliberal, continuaron las luchas de los pueblos, del argentino y de otros países de nuestra América. En cada movilización contra las privatizaciones de Menem aparecía el Che. Lo mismo sucedía con los zapatistas en México, con las guerrillas colombianas, con las movilizaciones altermundistas en Europa. ¡Hasta en Estados Unidos (Seattle) se lo veía en las banderas, por las calles y en las barricadas, rodeado de jóvenes! En Argentina, con la crisis del menemismo, nuevamente el progresismo trucho, puramente verbal, vuelve a escena. Pero detrás del discurso institucional y legalista se profundiza el neoliberalismo. Una nueva vuelta de tuerca contra los bolsillos populares. En los hogares de la clase trabajadora faltaba hasta la comida. Se generan nuevas protestas que van en aumento hasta llegar a diciembre del 2001. El argentinazo, la gran rebelión popular. Varios compañeros asesinados por la policía "democrática y progresista". El Che Guevara, nuevamente en las calles, en los enfrentamientos directos con la policía y la gendarmería, junto a la juventud trabajadora, a los estudiantes y al pueblo rebelde. No sólo en Argentina cae el gobierno, también en Bolivia, en Ecuador y en otras latitudes. Así nace el siglo XXI en América Latina, con luchas y más luchas, en medio de un nuevo panorama político continental (acompañado por la irrupción bolivariana en Venezuela, nueva aliada de Cuba tras la caída de Nicaragua sandinista). La lucha de nuestros pueblos ha impuesto un freno al neoliberalismo. La palabra "socialismo", durante varias décadas prohibida y desaparecida de la agenda política, vuelve al lenguaje popular y al debate de la militancia. El horizonte político actual permite someter a discusión las viejas formas represivas que dejaron como secuela miles y miles de asesinatos, desapariciones, secuestros, torturas y encarcelamiento de la militancia popular. En este nuevo clima continental, las viejas clases dominantes latinoamericanas y su socio mayor, el imperialismo norteamericano, no se quedan pasivas, ni se entregan ni se resignan. ¡Ninguna clase dominante se suicida!. Tenemos que aprenderlo de una buena vez. Si pretendemos homenajear al Che desde un ángulo político, debemos hacer un balance de toda esa historia. Agotadas las antiguas formas políticas dictatoriales mediante las cuales el gran capital —internacional y local— ejerció su dominación y logró remodelar las sociedades latinoamericanas inaugurando el neoliberalismo a escala mundial, nuestros países asistieron a las mencionadas falsas "transiciones a la democracia". Ya llevamos casi un cuarto de siglo, aproximadamente, de supuesta "transición". En este periodo va quedando claro que la puesta en funcionamiento de formas y rituales parlamentarios dista largamente de parecerse a una democracia auténtica. En ese sentido, tenía razón el Che Guevara cuando, pensando en la democracia, alertaba que: "No debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario". En muchos de nuestros países latinoamericanos, incluida la Argentina, hoy siguen dominando los mismos sectores sociales de antaño, los de gruesos billetes y abultadas cuentas bancarias. Ha mutado la imagen, ha cambiado la puesta en escena, se ha transformado el discurso, pero no se ha modificado el sistema económico, social y político de dominación. Incluso se ha perfeccionado. Los regímenes políticos parlamentarios, postdictadura, en Argentina, en Chile, en Brasil, en Uruguay y en el resto del cono sur latinoamericano, fueron producto de una compleja y desigual combinación de las luchas populares y de masas —donde se inscribe la pueblada argentina de diciembre de 2001— con la respuesta táctica del imperialismo que necesitaba sacrificar momentáneamente algún peón militar de la época de los dinosaurios y algunos políticos neoliberales, para reacomodar los hilos de la red de dominación, cambiando algo... para que nada cambie. Hoy, con discurso "progre" o sin él, la misión estratégica que el capital transnacional y sus socias más estrechas, las burguesías locales, le asignaron a los gobiernos "progresistas" de la región —desde el Partido Justicialista argentino y el Frente Amplio uruguayo de Tabaré Vázquez hasta la concertación de Bachelet en Chile y el actual PT de Lula— consiste en lograr el retorno a la "normalidad" del capitalismo latinoamericano. Se trata de resolver la crisis orgánica reconstruyendo el consenso y la credibilidad de las instituciones burguesas para garantizar EL ORDEN. Es decir: la continuidad del capitalismo dependiente. Mediante este mecanismo de adaptación supuestamente "progre" las burguesías del cono sur latinoamericano intentan recomponer su hegemonía política. Se pretende volver a legitimar los mecanismos electorales, falsamente democráticos, donde se opta siempre, a través de la publicidad millonaria y el marketing televisivo, entre distintas tendencias del partido único del mercado. Se persigue, así, reforzar y fortalecer el conjunto de las instituciones del sistema capitalista, fuertemente desprestigiadas por la movilización popular y una crisis de representación política que hacía años no vivía nuestro continente. En el caso específico de Argentina se moderniza la dominación y se recicla la burguesía mediante la siguiente combinatoria donde se articulan diversas medidas en un mismo paquete: a. en el plano de la economía, se mantiene el modelo neoliberal a rajatabla: se refuerza y promociona el modelo exportador de la soja transgénica beneficiando a los grandes pulpos multinacionales, se paga puntualmente la deuda externa, se entrega el petróleo por 40 años a las grandes petroleras multinacionales (Menem lo había entregado por 27 años), se mantiene el subsidio a los grandes empresarios locales e internacionales, se mantiene un presupuesto bajísimo para educación y salud, se aumenta el presupuesto para gastos policiales, militares y de inteligencia y se aplasta el bolsillo popular con una inflación galopante (aumentos en precios de alimentos, en impuestos, en transporte público, etc.) que los organismos estatales "no registran", con salarios virtualmente congelados. b. en el plano del discurso político se mantiene una actitud aparentemente pendular: hoy golpean la campanita de Wall Street con una sonrisa de oreja a oreja, mañana coquetean con Chávez, pasado mañana promulgan la Ley Antiterrorista exigida por Bush, luego critican por la TV a la oposición de extrema derecha, a continuación amenazan y reprimen al movimiento piquetero y le abren nuevas causas judiciales anunciando el fortalecimiento de la política de "seguridad" (léase: represión, como exige la extrema derecha...). Así de seguido, día a día, semana a semana, año a año. c. en el plano de la cultura (ámbito que no le interesa mayormente a los empresarios del mercado y no molesta a los grandes ricachones que amasan fortunas) se mantiene un solo canal de televisión que pasa películas "progres" mientras en la propaganda oficial se apela a símbolos queridos por nuestro pueblo (como organizaciones prestigiosas de derechos humanos), previamente despojados de toda "peligrosidad", para ganar consenso. La combinatoria de todo este andamiaje que tanto rédito le ha dado al kirchnerismo, no es independiente de la continuidad del viejo aparato represivo que sigue combinando desde el "gatillo fácil" (cuya policía asesina diariamente chicos y chicas de barrios humildes) hasta las desapariciones clásicas de tiempos dictatoriales, como la del compañero Jorge Julio López, testigo en juicios a los militares, secuestrado y desaparecido en "democracia". Las Fuerzas Armadas argentinas siguen haciendo periódicamente operativos conjuntos con el Comando Sur del Ejército norteamericano. ¿Se entrenan para reprimir a... quién? ¿Es una casualidad el asesinato del maestro Carlos Fuentalba? ¿Cómo explicar, sino, que en plena "democracia" siga habiendo presas y presos políticos?. ¿Puede haber una democracia auténtica con leyes como la Ley Antiterrorista, promovida por instituciones norteamericanas y sancionada, sumisa y obedientemente, por Cristina Kirchner y todo el cambalache parlamentario argentino? En medio de toda esa fenomenal puesta en escena mediática "progre", donde el neoliberalismo aparece perfumado y con peinado de peluquería elegante, el gobierno nacional y sus aliados de las intendencias y gobernaciones supuestamente "progres" (como las de Rosario y Santa Fe) han pretendido apropiarse de la herencia militante de Rodolfo Walsh, de la historia de lucha de las madres de plaza de mayo y ahora... ¿También del Che Guevara? Sí, del Che Guevara... ¡Nada menos que del Che Guevara! Por eso, el gobierno de Santa Fe, la intendencia de Rosario y el gobierno nacional preparan para junio del 2008 un acto oficialista "en homenaje al Che Guevara". No es casual ese intento burdo y descarado de manipulación, de bastardeo, de cooptación para fines mezquinos. Cuando ya nadie se acuerda de los viejos políticos truchos que traicionaron esperanzas populares durante décadas, Ernesto Che Guevara sigue presente en el corazón de los trabajadores, del pueblo y continúa atrayendo la atención de la juventud más inquieta, noble, sincera y rebelde. Cada reaparición del Che se produce en medio de una feroz disputa. No podía ser de otra manera. Pues bien, estamos inmersos, nos guste o no, en una disputa feroz. Las organizaciones y personalidades abajo firmantes, quienes convocamos los actos en su homenaje, no permitiremos esta maniobra miserable y oportunista. El Che Guevara, indomesticable, no les servirá para ganar elecciones y continuar manteniendo el capitalismo en Argentina. A pesar de las manipulaciones oficiales, los homenajes truchos que se avecinan y las caricaturas mercantiles que en diversas biografías se han dibujado sobre Guevara, la perspectiva política del guevarismo se sustenta en un análisis histórico de nuestras sociedades. Tanto sus tácticas como su estrategia, la caracterización de los aliados posibles como las vías privilegiadas de lucha, derivan en el Che de un análisis político pero también de una caracterización histórica de las formaciones sociales latinoamericanas y del papel subordinado, lumpen y dependiente de las llamadas "burguesías nacionales", socias menores del imperialismo norteamericano. En ese sentido, en su "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental", el Che Guevara afirmaba: "Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución". En otro de sus escritos, el prólogo al libro El partido marxista leninista (donde se recopilaban, entre otros, escritos de Fidel), Guevara continúa con el mismo argumento: "Y ya en América al menos, es prácticamente imposible hablar de movimientos de liberación dirigidos por la burguesía. La revolución cubana ha polarizado fuerzas; frente al dilema pueblo o imperialismo, las débiles burguesías nacionales eligen al imperialismo y traicionan definitivamente a su país". Cuatro décadas después de aquellos análisis, en tiempos de violenta mundialización capitalista... ¿las burguesías nativas de nuestra América han logrado un grado mayor de independencia y autonomía? ¿Qué sentido realista, pragmático y realizable tienen hoy, en el siglo XXI globalizado, los proyectos de "capitalismo nacional", "capitalismo ético" (impulsado por sus aliados socialdemócratas y por su "opositora" Lilita Carrió), "capitalismo a la uruguaya", "capitalismo andino" y otras falsas ilusiones que circulan por el cono sur latinoamericano? Quienes nos identificamos con el Che creemos que ninguna de las formulaciones del llamado "progresismo" tienen sustento real, posible ni realista. Sirven, quizás, para ganar votos en una elección o hacer marketing por la TV del sistema. Pero no constituyen un proyecto serio de emancipación nacional y continental. Guevara continúa teniendo razón: o revolución socialista o caricatura de revolución. El Che Guevara concibe a la revolución social como un proceso político a largo plazo, prolongado e ininterrumpido, donde se combinan diversas formas de lucha —predominando las formas extrainstitucionales y de confrontación directa con el poder por sobre las institucionales, dado el carácter históricamente represivo de los regímenes políticos latinoamericanos—. Un proceso donde se combinan tareas de liberación nacional con tareas socialistas. No es viable luchar sólo por la liberación nacional sin el socialismo, como tampoco es realista plantearse el socialismo en el tercer mundo, sin la lucha por la auténtica independencia nacional de toda tutela imperialista. Quienes compartimos el pensamiento del Che Guevara descreemos del posmodernismo y otros relatos de moda que invitan al movimiento popular, de manera tramposa, a "cambiar el mundo sin tomar el poder". El Che Guevara es muy claro cuando en "Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana" afirma: "El estudio certero de la importancia relativa de cada elemento, es el que permite la plena utilización por las fuerzas revolucionarias de todos los hechos y circunstancias encaminadas al gran y definitivo objetivo estratégico, la toma del poder. El poder es el objetivo estratégico sine qua non de las fuerzas revolucionarias y todo debe estar supeditado a esta gran consigna". Esa propuesta política no queda restringida a escala nacional. Por eso el Che aclara inmediatamente: "La toma del poder es un objetivo mundial de las fuerzas revolucionarias". Ahí está la clave de su internacionalismo militante, que él predicó con el ejemplo y entregando su vida en varios continentes del mundo. Cuatro décadas después, en plena mundialización del capital y de los mercados, se nos impone recrear ese internacionalismo militante, superando el sectarismo y uniendo a todos los que luchan en nuestra América y en el resto del mundo. Nuestra revolución no será sólo argentina, sino continental. Actualmente, tenemos como desafío recuperar el legado político que Guevara deja pendiente a las juventudes del siglo XXI. Necesitamos reinstalarlo de manera urgente en la agenda de los movimientos sociales y las organizaciones políticas actuales. La práctica política del Che y su pensamiento revolucionario recuperan, en clave antiimperialista y anticapitalista al mismo tiempo, la confrontación por el poder y la lucha radical contra todas las formas de dominación social teniendo como meta el socialismo. Defiende la urgencia de la formación política y la necesidad de crear en la militancia popular al hombre nuevo y a la mujer nueva. Por eso nos resulta tan útil y actual para actuar y luchar en el mundo contemporáneo. Por eso no lo podrán cooptar ni domesticar. Defendiendo a los hermanos de la insurgencia colombiana y al proceso bolivariano de Venezuela liderado por Hugo Chávez, quienes convocamos a este acto unitario consideramos que la mejor manera de solidarizarnos y defender esos procesos latinoamericanos consiste en hacer la revolución en la Argentina. Lo mismo vale para la solidaridad y la defensa de la Revolución Cubana. Toda la vida, tanto Fidel Castro como el Che Guevara han insistido en que el deber de todo revolucionario es hacer la revolución. Quienes convocamos a estos actos de homenaje al Che, respetamos la diversidad pero rechazamos con todas nuestras fuerzas tanto los intentos de cooptación oficial como la fragmentación popular que nos impide construir una resistencia más poderosa y golpear todos juntos contra el poder. Por todo esto, convocamos a todas y todos los que comparten estas ideas a continuar batallando, día a día, con perseverancia, voluntad y energía contra toda maniobra oficialista y oportunista, militando y organizándonos por una nueva Argentina donde gobierne la clase trabajadora y el pueblo, privilegiando aquello que nos une y que nos permitirá lograr más fuerza en nuestros objetivos compartidos. Querido compañero y comandante Ernesto Che Guevara: ¡Hasta la victoria, siempre! ACTO EN BUENOS AIRES SEMINARIO GUEVARISTA INTERNACIONAL PEÑA / FIESTA ACTO EN ROSARIO MESA-DEBATE EN ROSARIO
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